Amor En El Más Allá.
Me quedé observandola por unos segundos y después hablé.
—Claro que acepto. -sonrío.
—¿Sabés qué quiero hacer? -preguntó, Carina.
—¿Qué?
—Quiero que juguemos a la mancha. -ríe. ¡Mancha!
Me tocó el hombro y salió corriendo. Yo reí y fui tras ella, empecé a correr y correr hasta llegar a ella y tocarle el hombro. Yo empecé a correr y cuando miré para atrás Carina no estaba, empecé a buscarla y de golpe apareció frente a mí haciéndome asustar.
Yo la agarré por la cintura para no caerme pero fue imposible, así que caímos los dos en el pasto; al levantar mi vista me encontré con sus hermosos ojos mirándome. Nos reímos y nos sentamos sin alejarnos.
—Te manchaste acá. -dijo, poniendo su dedo en mi barbilla.
—Y vos acá. -dije, haciendo lo mismo.
—Sebastián... -dijo.
—¿Qué? -pregunté.
—Besame.
¿Qué? ¿Había escuchado bien? ¿Quería que la bese?
—¿Qué? -pregunté, asombrado.
—¡Llevame! -dijo, algo nerviosa. Que me lleves a... a...
—¿A? -dije, sonriendo.
—¿Por qué sonreís? -preguntó.
—Por nada. -respondí. ¿Adónde querés que te lleve?
—A mi casa. -dijo.
—Pero ya estamos en tu casa. -reí.
—Ah... sí, sí claro...
«¡Carina basta, te estás corportando como una imbécil frente a Sebastián!». Dijo Carina para sus adentros.
—Eh... ignora lo que dije. -dijo, Carina.
—¿Te puedo hacer una pregunta?
—Sí.
—¿Por qué te pusiste tensa? -pregunté.
—Por... porque...
—¡Tortolitos! -escuchamos.
Al darnos vuelta vimos a un espíritu viéndonos.
—Sería mejor que te vayas. -dije.
—Perdón, arruiné el momento. -dijo, el espíritu.
—Ey, yo te conozco. -dijo, Carina. ¿Cómo te llamas?
—Alcides, pero me dicen Maquina. -contestó.
—¿Vos no eras el cartero? -preguntó, Carina.
—¡Sí! Vos sos Carina, ¿no?
—Sí, sí. ¿Qué te pasó?
—Iba con la bicicleta tranquilo, no miré la calle y me chocó un camión de mudanzas.
—Yo vi hace un tiempo en el noticiero que hubo un accidente entre un cartero y un camión de mudanzas... -dije. ¡El de los Colucci!
—Ese mismo. -dijo, Máquina. ¿Vos quién sos?
—Sebastián, un amigo de Carina. -dije.
—¡Alcides! -escuchamos.
—Me encontraron. -dijo, Máquina. ¿Si, Emilio?
—Te dije que te quedes dentro de la casa. -dijo, Emilio. Perdón que los interrumpa. -nos dijo.
—Bueno, Cari un gusto en verte, Sebastián un gusto.
—Igualmente, Máquina. -dijo, Carina.
Antes de irse, Emilio dijo:
—Hacen una linda pareja.
Y se fue.
—Sebastián... -dijo, Carina.
—¿Si? -pregunté.
—Desde que nos caímos no quitaste tu mano de mi cintura. -respondió.
—¿Está mal?
—No... está bien.
Y ambos sonreímos.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario