— ¿Estás bien? -pregunté.
—Sí. -respondió. Gracias, gracias. -repitió una y otra vez.
—Sh, tranquila. -dije, acariciando su cabeza.
Ella dejó de abrazarme y me miró. Yo sequé sus lágrimas.
Ella solo movió su cabeza.
—Vení, vamos a la clínica. -dije.
Ambos cerramos los ojos y nos fuimos. Al llegar estaba Sol hablando con un doctor.
—¿Cuándo va a poder despertar? -preguntó, Sol.
—No sabemos, tiene que tener paciencia. -respondió, el doctor.
—Una pregunta, mi hermano tiene un... algo que pocas personas tienen. ¿Lo podría perder?
—Cuando se despierte vamos a saber, el golpe en la cabeza fue muy fuerte. Tiene suerte de estar vivo, pero... hay posibilidades de que lo pierda.
—¿Podes perder tu don? -preguntó, Carina.
—No... no sé. -respondí.
—Yo me voy. -dijo.
—¿Qué? -pregunté. ¿Adónde vas?
—Quiero estar sola... después voy con Alejandro.
—Está bien... yo voy a estar acá. -dije.
«No podía estar pasándome esto, Sebastián podía dejar de verme, ¿cómo iba a seguir yo? Sin Sebastián, sin sus ayudas, sin sus consejos». Pensó, Carina.
—Seguro que en este momento estás con Carina. -dijo, mi hermana tomándome la mano.
Me conocía tan bien.
—No sé como voy a decirte que hay posibilidades de que pierdas tu don. -dijo, Sol.
No podía estar pasándome esto. ¿Perder mi don? Eso significaba que dejaría de ver a Carina... Dios, esto es tan complicado. Cerré mis ojos y fui a la oficina de Alejandro; al llegar vi a Carina viendo unos cuadros que estaban colgados antes de llegar a la oficina.
—¿Estás bien? -pregunté.
—Sí... vine acá porque me llaman la atención estos cuadros. -respondió, Carina.
—¿Para qué querés esa dirección? -preguntó, Alejandro.
Los dos nos miramos y fuimos a la oficina.
—Está bien. Anda a la avenida Libertador, te espero ahí. -dijo y cortó.
—Avenida Libertador... ¿Por qué me suena ese lugar?
«Al cerrar mis ojos se me vino un recuerdo a la mente. Estaba yo de chiquita con mi mamá, jugando en el patio de mi casa.
—No me vas a atrapar. -decía, yo.
Me di vuelta y mi mamá ya no estaba.
—¿Mami? -preguntaba.
—¡Te atrapé! -decía, mi mamá mientras me hacía cosquillas.
—No, no, cosquillas no. -decía y reía. Te amo, mami.
—Yo te amo más, mi amor.
Y mi mamá finalmente me daba un abrazo».
—Sebastián... -dijo. Ahí...
—¿Ahí qué? -pregunté.
—Ahí vivía yo. -respondió.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario