domingo, 11 de enero de 2015

"Capítulo 14".

                                                 Amor En El Más Allá.

— ¿Estás bien? -pregunté.
—Sí. -respondió. Gracias, gracias. -repitió una y otra vez.
—Sh, tranquila. -dije, acariciando su cabeza.

Ella dejó de abrazarme y me miró. Yo sequé sus lágrimas.





—¿Estás mejor? 

Ella solo movió su cabeza. 

—Vení, vamos a la clínica. -dije.

Ambos cerramos los ojos y nos fuimos. Al llegar estaba Sol hablando con un doctor. 

—¿Cuándo va a poder despertar? -preguntó, Sol.
—No sabemos, tiene que tener paciencia. -respondió, el doctor. 
—Una pregunta, mi hermano tiene un... algo que pocas personas tienen. ¿Lo podría perder?

Cuando se despierte vamos a saber, el golpe en la cabeza fue muy fuerte. Tiene suerte de estar vivo, pero... hay posibilidades de que lo pierda.
—¿Podes perder tu don? -preguntó, Carina.
—No... no sé. -respondí.
—Yo me voy. -dijo.
—¿Qué? -pregunté. ¿Adónde vas?
—Quiero estar sola... después voy con Alejandro.
—Está bien... yo voy a estar acá. -dije.

«No podía estar pasándome esto, Sebastián podía dejar de verme, ¿cómo iba a seguir yo? Sin Sebastián, sin sus ayudas, sin sus consejos». Pensó, Carina.

—Seguro que en este momento estás con Carina. -dijo, mi hermana tomándome la mano.

Me conocía tan bien.

—No sé como voy a decirte que hay posibilidades de que pierdas tu don. -dijo, Sol.

No podía estar pasándome esto. ¿Perder mi don? Eso significaba que dejaría de ver a Carina... Dios, esto es tan complicado. Cerré mis ojos y fui a la oficina de Alejandro; al llegar vi a Carina viendo unos cuadros que estaban colgados antes de llegar a la oficina.

—¿Estás bien? -pregunté. 
—Sí... vine acá porque me llaman la atención estos cuadros. -respondió, Carina.
—¿Para qué querés esa dirección? -preguntó, Alejandro.

Los dos nos miramos y fuimos a la oficina.

—Está bien. Anda a la avenida Libertador, te espero ahí. -dijo y cortó. 
—Avenida Libertador... ¿Por qué me suena ese lugar?

«Al cerrar mis ojos se me vino un recuerdo a la mente. Estaba yo de chiquita con mi mamá, jugando en el patio de mi casa.

—No me vas a atrapar. -decía, yo.

Me di vuelta y mi mamá ya no estaba.

—¿Mami? -preguntaba.
—¡Te atrapé! -decía, mi mamá mientras me hacía cosquillas. 
—No, no, cosquillas no. -decía y reía. Te amo, mami.
—Yo te amo más, mi amor.

Y mi mamá finalmente me daba un abrazo».

—Sebastián... -dijo. Ahí...
—¿Ahí qué? -pregunté. 
—Ahí vivía yo. -respondió.

                                                    Continuará...


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