Amor En El Más Allá.
—¿En qué pensas? -preguntó, Carina.
—En nada, solo me duele la cabeza. -mentí. ¿Adónde vamos?
—Vamos a ir a la habitación en donde estás.
—¿Y cómo hago? -pregunté.
—Solo pensa en el lugar donde quieras ir y ya está -respondió.
—¿Así de fácil?
—Sí. -sonrió. Cerra los ojos y pensa en ir a tu habitación.
Cerré los ojos y pensé en mí habitación. Al abrirlos... ¡Estaba allí!
—Sebastián... -dijo, Carina.
—¿Qué? -pregunté, asombrado.
—En la habitación de la clínica, no en tu habitación. -dijo.
—Ah... perdón. -reí.
Hice lo mismo, cerré los ojos, pensé en el lugar y al abrirlos estaba en la habitación de la clínica. Mi hermana se encontraba al lado mío, llorando.
—Por favor, Sebastián. Tenes que despertarte. -dijo, Sol.
—¿Cuándo voy a despertarme? -pregunté.
—Cuando el dolor en tu cabeza se vaya. -contestó, Carina. Ahora tenemos que ir con Alejandro.
—No, no puedo dejar a mí hermana así. -dije.
—Sebastián, ella va a estar bien. Confia en mí, vamos con Alejandro, capaz que puedo recordar algo más.
—Está bien... -toqué el hombro de Sol. Te quiero, hermanita.
Me puse al lado de Carina y nos fuimos a la oficina de Alejandro.
—¿Nos vemos a la noche? -preguntó, Alejandro. Está bien, chau... besos.
Alejandro cortó su celular y marcó otro número.
—Hola. -dijo. Ya está el plan en marcha (...) no voy a cometer el mismo error que lo tuve con Carina, te lo dije millones de veces (...) ¿Y yo que iba a saber que Carina estaba escuchando atrás de la puerta? (...) tomé la decisión correcta (...) Carina fue y será una completa estúpida.
Mire a Carina y vi lágrimas en sus ojos, me partía el alma verla así.
—Tranquila. -dije.
—No puedo estar tranquila, Alejandro nunca me amó, no puedo recordar nada, no estoy en el cementerio, no puedo estar tranquila. -dijo, mirando con odio a Alejandro.
Carina miró la fogata y con su vista tiró un pedazo de tronco al piso haciendo que la alfombra se empiece a prender fuego.
—Mierda. Espera un segundo. -dijo, Alejandro.
Él se acercó y empezó a apagar el fuego con su pié.
—Me las vas a pagar, Alejandro. -dijo en frente de él.
Carina desapareció y Alejandro siguió hablando por teléfono. Fui a la clínica nuevamente y estuvo unas horas con mí hermana pero mi duda era... ¿Dónde estaba Carina? En todo el día no había aparecido. Pensé en donde podría estar, pero no se me ocurría... hasta que en un momento pensé en mi quinta. Cerré mis ojos, pensé en la quinta y al abrirlos estaba en la puerta.
Ingresé y vi a Carina llorando en el sillón; me acerqué lentamente a ella y me senté a su lado. Ella me miró y se largó a llorar de nuevo. En ese momento solo atiné a abrazarla.
—Tranquila, Cari. -dije.
Ella apoyó su cabeza en mi hombro y me abrazó fuerte. Minutos después dejé de abrazarla, sequé sus lágrimas con mi mano y nos quedamos mirando a los ojos por un largo tiempo, hasta que en un abrir y cerrar de ojos yo me estaba acercando a sus labios.
Continuará...
jueves, 4 de diciembre de 2014
lunes, 1 de diciembre de 2014
"Capítulo 11".
Amor En El Más Allá.
—¿Qué? -preguntó, Carina sorprendida.
—Tiene que haber un error. -dijo, Sebastián.
—No, lo siento. Puede ser que en otro cementerio esté enterrada pero acá no está Carina Zampini. -dijo, el hombre.
—Está bien... ¿Conoce algún otro cementerio?
—Sí, el cementerio de La Plata. -respondió.
—Gracias. -dijo, Sebastián. Chau.
Sebastián fue hacia su camioneta y arrancó. Durante el viaje, Carina no hablaba, solo pensaba; pensaba y pensaba. ¿Cómo podía ser que su cuerpo no esté en aquél cementerio?
—¿Estás bien? -interrumpió, Sebastián.
—Sí, solo pensaba. -respondió, Carina.
Sebastián prendió la radio y al ver a Carina perdiendo el color, disminuyó la velocidad de la camioneta y la observó.
—No, no otra vez. -dijo, Carina.
Poco a poco Carina perdía el color y algo se la llevaba.
—¡No, basta! -dijo, Carina. ¡Qué esto se detenga!
La camioneta empezó a irse para un lado y luego para el otro.
—Carina, estoy perdiendo el control. -dijo, Sebastián alterado.
—¡Sebastián detené esto! ¡Por favor, no quiero volver a ese lugar oscuro! -pidió.
En un santiamén Carina desapareció, pero para su mala suerte los parlantes del auto explotaron, haciendo que Sebastián pierda el control de la camioneta y chocara contra un árbol.
Cuenta Sebastián...
Después de ese choque estaba en un lugar oscuro, no veía ni escuchaba nada. Lo único que sentía era un dolor intenso en mí cabeza.
—¿Hola? -pregunté.
Y nada, estaba solo... completamente solo. Al girar mi cabeza vi una luz bellísima... de esa luz me hablaba Carina. De esa luz salió un gran amigo mío que había fallecido, Juan. Él se acercó y me habló.
—¿Estás listo? -preguntó, Juan.
—¿Listo para qué? -pregunté.
—Para cruzar. -respondió.
—No sé... no estoy seguro.
—En ese lugar hay paz, si no venís te voy a entender.
Capaz que Carina estaba ahí, ya que en los minutos que estuve en ese lugar oscuro ella no había aparecido.
—Creo que lo estoy. -sonreí.
Juan estiró su mano y sonrió, estaba a punto de acercar mí mano con la suya pero una voz me detuvo.
—No lo hagas. -dijo, Carina.
—Carina. -me di la vuelta. ¿Qué haces acá? ¿Dónde estoy?
—Este es el lugar del que te hablaba. -sonrió. Vos no estás muerto, no moriste en el accidente. Estás en coma.
—¿Qué? -pregunté.
—Por eso te duele la cabeza. No podes cruzar, no ahora, tu hermana te necesita. Escucha.
Era verdad, escuchaba a mí hermana hablarme. Estaba tan feliz de oírla y a la vez tan triste por estar en coma; miré a Juan y dijo:
—Ella tiene razón. Todavía no podes cruzar. -sonrió.
Carina estrechó su mano y me dijo:
—¿Venís? -sonrió.
—Juan... después voy a ir. -reí. Después nos volveremos a encontrar.
—Está bien. Cuidate y pensá bien las cosas antes de hacerlas. -rió.
Juan se metió nuevamente en la luz y desapareció. Vi a Carina y tomé su mano. ¡No puedo creerlo! Puedo sentir a Carina, puedo sentir su mano. Ella sonríe.
—Estás feliz de sentirme. -rió. Vamos con tu hermana.
—Vamos. -reí.
—Perdón por hacer que quedes en coma. -dijo, apenada.
—Perdón por decirte Carinita. -dije, sonriendo.
—¡Basta! -rió.
Y así nos fuimos, tomados de las manos. Creo que mi hermana tenía razón... creo que me estoy enamorando de Carina.
Continuará...
—¿Qué? -preguntó, Carina sorprendida.
—Tiene que haber un error. -dijo, Sebastián.
—No, lo siento. Puede ser que en otro cementerio esté enterrada pero acá no está Carina Zampini. -dijo, el hombre.
—Está bien... ¿Conoce algún otro cementerio?
—Sí, el cementerio de La Plata. -respondió.
—Gracias. -dijo, Sebastián. Chau.
Sebastián fue hacia su camioneta y arrancó. Durante el viaje, Carina no hablaba, solo pensaba; pensaba y pensaba. ¿Cómo podía ser que su cuerpo no esté en aquél cementerio?
—¿Estás bien? -interrumpió, Sebastián.
—Sí, solo pensaba. -respondió, Carina.
Sebastián prendió la radio y al ver a Carina perdiendo el color, disminuyó la velocidad de la camioneta y la observó.
—No, no otra vez. -dijo, Carina.
Poco a poco Carina perdía el color y algo se la llevaba.
—¡No, basta! -dijo, Carina. ¡Qué esto se detenga!
La camioneta empezó a irse para un lado y luego para el otro.
—Carina, estoy perdiendo el control. -dijo, Sebastián alterado.
—¡Sebastián detené esto! ¡Por favor, no quiero volver a ese lugar oscuro! -pidió.
En un santiamén Carina desapareció, pero para su mala suerte los parlantes del auto explotaron, haciendo que Sebastián pierda el control de la camioneta y chocara contra un árbol.
Cuenta Sebastián...
Después de ese choque estaba en un lugar oscuro, no veía ni escuchaba nada. Lo único que sentía era un dolor intenso en mí cabeza.
—¿Hola? -pregunté.
Y nada, estaba solo... completamente solo. Al girar mi cabeza vi una luz bellísima... de esa luz me hablaba Carina. De esa luz salió un gran amigo mío que había fallecido, Juan. Él se acercó y me habló.
—¿Estás listo? -preguntó, Juan.
—¿Listo para qué? -pregunté.
—Para cruzar. -respondió.
—No sé... no estoy seguro.
—En ese lugar hay paz, si no venís te voy a entender.
Capaz que Carina estaba ahí, ya que en los minutos que estuve en ese lugar oscuro ella no había aparecido.
—Creo que lo estoy. -sonreí.
Juan estiró su mano y sonrió, estaba a punto de acercar mí mano con la suya pero una voz me detuvo.
—No lo hagas. -dijo, Carina.
—Carina. -me di la vuelta. ¿Qué haces acá? ¿Dónde estoy?
—Este es el lugar del que te hablaba. -sonrió. Vos no estás muerto, no moriste en el accidente. Estás en coma.
—¿Qué? -pregunté.
—Por eso te duele la cabeza. No podes cruzar, no ahora, tu hermana te necesita. Escucha.
Era verdad, escuchaba a mí hermana hablarme. Estaba tan feliz de oírla y a la vez tan triste por estar en coma; miré a Juan y dijo:
—Ella tiene razón. Todavía no podes cruzar. -sonrió.
Carina estrechó su mano y me dijo:
—¿Venís? -sonrió.
—Juan... después voy a ir. -reí. Después nos volveremos a encontrar.
—Está bien. Cuidate y pensá bien las cosas antes de hacerlas. -rió.
Juan se metió nuevamente en la luz y desapareció. Vi a Carina y tomé su mano. ¡No puedo creerlo! Puedo sentir a Carina, puedo sentir su mano. Ella sonríe.
—Estás feliz de sentirme. -rió. Vamos con tu hermana.
—Vamos. -reí.
—Perdón por hacer que quedes en coma. -dijo, apenada.
—Perdón por decirte Carinita. -dije, sonriendo.
—¡Basta! -rió.
Y así nos fuimos, tomados de las manos. Creo que mi hermana tenía razón... creo que me estoy enamorando de Carina.
Continuará...
sábado, 29 de noviembre de 2014
"Capítulo 10".
Amor En El Más Allá.
Cuenta Sebastián...
¿No cruzaba por mí? ¿Había escuchado bien?
—¿Cómo? -pregunté, sorprendido.
—Por vos, porque... tengo muchas dudas. -respondió, un tanto nerviosa. Por ejemplo, Alejandro, ¿por qué jugó conmigo?
—No sé, es muy raro todo esto. No sé como podes escuchar la voz de tu mamá...
—Capaz que... capaz que fue al cementerio, fue a llevarme algunas flores y empezó a hablarme. -dijo.
—¡Tenes razón! Pudo ser eso, que inteligente sos. -exclamé, sonriendo.
—¿En serio pudo ser eso? -preguntó, sorprendida.
—Sí. Seguramente tu mamá sigue ahí en el cementerio hablándote. -dije. Hay que ir para sacarnos las dudas.
—Sí, ella debe saber algo. Vamos.
Subimos a mi camioneta y nos dirigimos al cementerio de Buenos Aires.
Cuenta el narrador...
—¿Cómo estás, Natalia? -preguntó, Alejandro.
—Muy bien. -respondió, Natalia. ¿Y usted?
—Por favor, tuteame. -sonrió. Estamos fuera del horario de trabajo.
—Está bien. ¿Vos cómo estás?
—Muy bien ahora que te veo.
—Gracias... ¿Por qué me citaste acá?
—Porque quería decirte algo. -respondió.
—Soy toda oídos.
Mientras Sebastián manejaba, Carina trataba de recordar pero era imposible, entonces fue allí cuando algo en su cabeza le dijo que vaya con Alejandro.
—Sebastián, te veo allá. -dijo, Carina.
—¿Qué? ¿Adónde vas? -preguntó.
Pero ya era tarde, Carina en cuestión de segundos desapareció.
—Nati... ¿Puedo llamarte Nati? -preguntó, sonriendo.
—Llamame como quieras. -sonrió.
Dicho a eso Alejandro se acercó a Natalia y un poco de viento invadió el lugar. Sí, Carina estaba ahí.
—Desde que entraste a mí oficina me sentí atraído por vos. -dijo, Alejandro.
—Este lugar lo conozco. -dijo, Carina.
Flashback:
<<Habíán pasado seis meses desde que trabajaba con Alejandro y un día recibí un llamado de él diciéndome que me esperaba en el campo de sus padres a las tres de la tarde. Yo acepté y al llegar me dijo que se sentía atraído por mí>>.
Fin del flashback.
—¿Qué? -preguntó, Natalia.
—Sí, quería decírtelo hace tiempo, pero no sabía en donde y en que lugar. -respondió. Quería contarte esto acá porque en este lugar falleció una mujer a la que amé mucho... se llamaba Carina. Tuvo un accidente y murió. -dijo, con sus ojos llenos de lágrimas. Sé que ella estaría feliz de que yo rehaga mí vida con otra mujer.
—La amaste mucho, ¿no?
—Con mi vida, pero...
—¡Imbécil! ¡No podes ser tan caradura, Alejandro! -gritó, Carina.
Y en ese instante la taza de té que estaba arriba de la mesa se cayó, dejando que el té casi hirviendo cayera encima de Alejandro. Carina dicho a eso se fue con Sebastián.
—¿Dónde estabas? -preguntó, Sebastián.
—Fui con Alejandro. -respondió, seria.
—¿Recordaste algo?
—Sí, pero no es nada importante.
—¿Estás segura?
—Sí. -contestó. Alejandro estaba con Natalia y recordé cuando "me declaró su amor". -dijo, haciendo las comillas con sus manos.
Al llegar se bajaron de la camioneta y estuvieron unos minutos viendo las lápidas pero era imposible encontrar a Carina entre tantas personas.
—Mejor preguntemos en la entrada. -dijo, Carina.
—Buena idea. -dijo.
Ambos fueron pero no había nadie. Cuando Sebastián miró a Carina quedó anonadado, era tan hermosa, pensó.
—¿Por qué me miras? -preguntó, Carina.
—Por nada. Te miraba por mirar... Carinita. -dijo, Sebastián.
—Deja de llamarme así. -sonrió.
Para su mala suerte el hombre de administración llegó y al ver a Sebastián hablando solo, se lo quedó mirando extrañamente.
—Me gusta molestarte. -dijo, Sebastián riendo.
—Se nota. -respondió, ella.
Carina vio que detrás de Sebastián estaba el hombre con un raro gesto en su rostro.
—Sebastián...
—Te voy a seguir diciendo Carinita. -interrumpió, Sebastián.
—Seb...
—Porque sé que te molesta. -rió.
—¡Sebastián! -dijo, algo alterada.
—¿Qué pasa? -preguntó.
Carina señaló hacia atrás y Sebastián se dio vuelta. Al ver al hombre, rió.
—Disculpe, es que... estaba actuando para una obra de teatro. -dijo, Sebastián.
—Está bien... -respondió, no creyendole mucho. ¿Qué necesita?
—Necesito saber en que parte del lugar se encuentra un familiar mío. -respondió.
—Dígame el nombre.
—Carina Zampini. -contestó, Sebastián.
El hombre estuvo buscando unos minutos en la computadora hasta que se detuvo y lo miró a Sebastián.
—Perdón, pero... nunca fue enterrada Carina Zampini, es más, ni siquiera dice si murió. -dijo, el hombre.
Continuará...
Cuenta Sebastián...
¿No cruzaba por mí? ¿Había escuchado bien?
—¿Cómo? -pregunté, sorprendido.
—Por vos, porque... tengo muchas dudas. -respondió, un tanto nerviosa. Por ejemplo, Alejandro, ¿por qué jugó conmigo?
—No sé, es muy raro todo esto. No sé como podes escuchar la voz de tu mamá...
—Capaz que... capaz que fue al cementerio, fue a llevarme algunas flores y empezó a hablarme. -dijo.
—¡Tenes razón! Pudo ser eso, que inteligente sos. -exclamé, sonriendo.
—¿En serio pudo ser eso? -preguntó, sorprendida.
—Sí. Seguramente tu mamá sigue ahí en el cementerio hablándote. -dije. Hay que ir para sacarnos las dudas.
—Sí, ella debe saber algo. Vamos.
Subimos a mi camioneta y nos dirigimos al cementerio de Buenos Aires.
Cuenta el narrador...
—¿Cómo estás, Natalia? -preguntó, Alejandro.
—Muy bien. -respondió, Natalia. ¿Y usted?
—Por favor, tuteame. -sonrió. Estamos fuera del horario de trabajo.
—Está bien. ¿Vos cómo estás?
—Muy bien ahora que te veo.
—Gracias... ¿Por qué me citaste acá?
—Porque quería decirte algo. -respondió.
—Soy toda oídos.
Mientras Sebastián manejaba, Carina trataba de recordar pero era imposible, entonces fue allí cuando algo en su cabeza le dijo que vaya con Alejandro.
—Sebastián, te veo allá. -dijo, Carina.
—¿Qué? ¿Adónde vas? -preguntó.
Pero ya era tarde, Carina en cuestión de segundos desapareció.
—Nati... ¿Puedo llamarte Nati? -preguntó, sonriendo.
—Llamame como quieras. -sonrió.
Dicho a eso Alejandro se acercó a Natalia y un poco de viento invadió el lugar. Sí, Carina estaba ahí.
—Desde que entraste a mí oficina me sentí atraído por vos. -dijo, Alejandro.
—Este lugar lo conozco. -dijo, Carina.
Flashback:
<<Habíán pasado seis meses desde que trabajaba con Alejandro y un día recibí un llamado de él diciéndome que me esperaba en el campo de sus padres a las tres de la tarde. Yo acepté y al llegar me dijo que se sentía atraído por mí>>.
Fin del flashback.
—¿Qué? -preguntó, Natalia.
—Sí, quería decírtelo hace tiempo, pero no sabía en donde y en que lugar. -respondió. Quería contarte esto acá porque en este lugar falleció una mujer a la que amé mucho... se llamaba Carina. Tuvo un accidente y murió. -dijo, con sus ojos llenos de lágrimas. Sé que ella estaría feliz de que yo rehaga mí vida con otra mujer.
—La amaste mucho, ¿no?
—Con mi vida, pero...
—¡Imbécil! ¡No podes ser tan caradura, Alejandro! -gritó, Carina.
Y en ese instante la taza de té que estaba arriba de la mesa se cayó, dejando que el té casi hirviendo cayera encima de Alejandro. Carina dicho a eso se fue con Sebastián.
—¿Dónde estabas? -preguntó, Sebastián.
—Fui con Alejandro. -respondió, seria.
—¿Recordaste algo?
—Sí, pero no es nada importante.
—¿Estás segura?
—Sí. -contestó. Alejandro estaba con Natalia y recordé cuando "me declaró su amor". -dijo, haciendo las comillas con sus manos.
Al llegar se bajaron de la camioneta y estuvieron unos minutos viendo las lápidas pero era imposible encontrar a Carina entre tantas personas.
—Mejor preguntemos en la entrada. -dijo, Carina.
—Buena idea. -dijo.
Ambos fueron pero no había nadie. Cuando Sebastián miró a Carina quedó anonadado, era tan hermosa, pensó.
—¿Por qué me miras? -preguntó, Carina.
—Por nada. Te miraba por mirar... Carinita. -dijo, Sebastián.
—Deja de llamarme así. -sonrió.
Para su mala suerte el hombre de administración llegó y al ver a Sebastián hablando solo, se lo quedó mirando extrañamente.
—Me gusta molestarte. -dijo, Sebastián riendo.
—Se nota. -respondió, ella.
Carina vio que detrás de Sebastián estaba el hombre con un raro gesto en su rostro.
—Sebastián...
—Te voy a seguir diciendo Carinita. -interrumpió, Sebastián.
—Seb...
—Porque sé que te molesta. -rió.
—¡Sebastián! -dijo, algo alterada.
—¿Qué pasa? -preguntó.
Carina señaló hacia atrás y Sebastián se dio vuelta. Al ver al hombre, rió.
—Disculpe, es que... estaba actuando para una obra de teatro. -dijo, Sebastián.
—Está bien... -respondió, no creyendole mucho. ¿Qué necesita?
—Necesito saber en que parte del lugar se encuentra un familiar mío. -respondió.
—Dígame el nombre.
—Carina Zampini. -contestó, Sebastián.
El hombre estuvo buscando unos minutos en la computadora hasta que se detuvo y lo miró a Sebastián.
—Perdón, pero... nunca fue enterrada Carina Zampini, es más, ni siquiera dice si murió. -dijo, el hombre.
Continuará...
sábado, 13 de septiembre de 2014
"Capítulo 9".
Amor En El Más Allá.
—¿Qué? -preguntó, asombrado. No, no... ¿Qué decís?
—¿Estás seguro? -preguntó, Sol.
—Segurísimo. -respondió, Sebastián.
—Bien... -dijo y se fue.
<<¡Mamá! Gritaba pero no me escuchaba. No puedo ver, no puedo moverme, no puedo>>. Dijo, Carina. <<Una luz brillante iluminó mis ojos, y de esa luz salió mi abuela>>.
—Cari, vení. Ya es hora. -dijo, dando su mano.
—¿Hora de qué, abuela? -preguntó, Carina.
—Hora de estar en paz, hora de cruzar. -respondió.
<<Iba a darle mi mano pero la voz de mi mamá me interrumpió>>.
—Lucha, hija. No te des por vencida. Yo sé que vos podes. -dijo, llorando. No te vayas, hacelo por tus hermanos, hacelo por mí... yo sé que me escuchas.
<<Observé la mano de mi abuela y la miré a los ojos>>.
—Perdón, perdón pero no puedo... necesito quedarme. -dijo, Carina.
—Tranquila, yo te entiendo. Cuando estés lista... yo te voy a estar esperando.
<<Mi abuela caminó hacia la luz pero antes le pregunté>>.
—Abuela... -dijo, Carina.
—¿Si?
—¿Qué es lo que está pasando? -preguntó.
—Tenes que tener paciencia, como dijo Sebastián. -sonríe. Cuidate.
<<Ella se dio vuelta para seguir caminando pero nuevamente la llamé>>.
—Abuela...
—¿Qué, hermosa? -preguntó.
<<Corrí hacia ella y la abracé>>.
—Te extraño. -dijo, Carina llorando.
—Yo también te extraño, te extraño mucho a vos, a tu mamá y a tus hermanos. -dijo, abrazándola. En un futuro te prometo que nos volveremos a encontrar. -sonríe. Cuidate, chiquita.
<<Depositó un beso en mi frente y siguió su camino. ¿Por qué me vino a buscar? ¿Por qué escucho la voz de mi mamá? Cada vez entiendo menos. Sebastián ¿Dónde estás?>>.
Mientras tanto, en la casa de Sebastián...
—¿Qué queres para cenar? -preguntó, Sebastián.
—Unas milanesas con puré. -respondió, Sol.
En ese momento la puerta de la habitación de Sebastián se cerró sola.
—Quedate acá. -dijo, Sebastián.
Al entrar a la habitación vio a Carina sentada en la punta de la cama.
—¿Qué pasó? ¿Te sentís bien? -preguntó, Sebastián.
—Mi abuela... en ese lugar estaba mi abuela. -dijo, Carina. Me dijo que era la hora de cruzar, de estar en paz.
—¿Viste la luz? -preguntó, Sebastián.
—Sí, justo cuando le iba a dar la mano a mi abuela, escuché la voz de mi mamá. -contestó. Por eso no crucé. Me decía que luche, que luche por ella y por mis hermanos.
—¿Le preguntaste qué estaba pasando? -preguntó.
—Sí... pero me dijo lo mismo que me decís vos, que tengo que tener paciencia.
—No entiendo, ¿por qué escuchas a tu mamá? ¿Por qué de un momento a otro se van tus colores y desapareces?
—No sé... pero cada vez que me pasa eso veo la luz.
—¿Y por qué no cruzas? -preguntó, Sebastián.
—Por vos. -respondió, Carina.
Continuará...
—¿Qué? -preguntó, asombrado. No, no... ¿Qué decís?
—¿Estás seguro? -preguntó, Sol.
—Segurísimo. -respondió, Sebastián.
—Bien... -dijo y se fue.
<<¡Mamá! Gritaba pero no me escuchaba. No puedo ver, no puedo moverme, no puedo>>. Dijo, Carina. <<Una luz brillante iluminó mis ojos, y de esa luz salió mi abuela>>.
—Cari, vení. Ya es hora. -dijo, dando su mano.
—¿Hora de qué, abuela? -preguntó, Carina.
—Hora de estar en paz, hora de cruzar. -respondió.
<<Iba a darle mi mano pero la voz de mi mamá me interrumpió>>.
—Lucha, hija. No te des por vencida. Yo sé que vos podes. -dijo, llorando. No te vayas, hacelo por tus hermanos, hacelo por mí... yo sé que me escuchas.
<<Observé la mano de mi abuela y la miré a los ojos>>.
—Perdón, perdón pero no puedo... necesito quedarme. -dijo, Carina.
—Tranquila, yo te entiendo. Cuando estés lista... yo te voy a estar esperando.
<<Mi abuela caminó hacia la luz pero antes le pregunté>>.
—Abuela... -dijo, Carina.
—¿Si?
—¿Qué es lo que está pasando? -preguntó.
—Tenes que tener paciencia, como dijo Sebastián. -sonríe. Cuidate.
<<Ella se dio vuelta para seguir caminando pero nuevamente la llamé>>.
—Abuela...
—¿Qué, hermosa? -preguntó.
<<Corrí hacia ella y la abracé>>.
—Te extraño. -dijo, Carina llorando.
—Yo también te extraño, te extraño mucho a vos, a tu mamá y a tus hermanos. -dijo, abrazándola. En un futuro te prometo que nos volveremos a encontrar. -sonríe. Cuidate, chiquita.
<<Depositó un beso en mi frente y siguió su camino. ¿Por qué me vino a buscar? ¿Por qué escucho la voz de mi mamá? Cada vez entiendo menos. Sebastián ¿Dónde estás?>>.
Mientras tanto, en la casa de Sebastián...
—¿Qué queres para cenar? -preguntó, Sebastián.
—Unas milanesas con puré. -respondió, Sol.
En ese momento la puerta de la habitación de Sebastián se cerró sola.
—Quedate acá. -dijo, Sebastián.
Al entrar a la habitación vio a Carina sentada en la punta de la cama.
—¿Qué pasó? ¿Te sentís bien? -preguntó, Sebastián.
—Mi abuela... en ese lugar estaba mi abuela. -dijo, Carina. Me dijo que era la hora de cruzar, de estar en paz.
—¿Viste la luz? -preguntó, Sebastián.
—Sí, justo cuando le iba a dar la mano a mi abuela, escuché la voz de mi mamá. -contestó. Por eso no crucé. Me decía que luche, que luche por ella y por mis hermanos.
—¿Le preguntaste qué estaba pasando? -preguntó.
—Sí... pero me dijo lo mismo que me decís vos, que tengo que tener paciencia.
—No entiendo, ¿por qué escuchas a tu mamá? ¿Por qué de un momento a otro se van tus colores y desapareces?
—No sé... pero cada vez que me pasa eso veo la luz.
—¿Y por qué no cruzas? -preguntó, Sebastián.
—Por vos. -respondió, Carina.
Continuará...
viernes, 12 de septiembre de 2014
"Capítulo 8".
Amor En El Más Allá.
—¿Qué? -preguntó, asombrado. ¿Cómo es posible?
—No sé. -dijo, llorando. No puedo más, Sebastian. Esto no tiene fin.
—Ey, bonita no llores. Todo va a salir bien, tenes que tener paciencia como ya te lo dije. -dijo, Sebastián.
Mientras en la casa de Alejandro...
—¡Tanto tiempo! -dijo, al teléfono.
—¿Qué queres? -preguntó, una mujer.
—Hola, yo ando muy bien ¿Vos? -preguntó, Alejandro. ¿Esa es manera de hablarle al que fue tu yerno?
—Vos nunca la amaste a mi hija. -dijo, la mujer.
—Pero, Lili ¿Cómo vas a decir una cosa así?
—Mi hija está así por tu culpa. -dijo, enojada. Vas a caer Alejandro, yo sé que vas a caer. -dijo y cortó.
Mientras en la casa de Sebastián...
—Trata de recordar a algún familiar, algo. -dijo, Sebastián. Decime algún dato que te acuerdes.
—Sé que vivía en una avenida...
—Hace un esfuerzo. -dijo, Sebastián.
Nuevamente a Carina se le fue el color y aparecieron los empujones hacia atrás.
—¡No, no otra vez! -gritó, Carina.
Dicho a eso desapareció.
<<Después de esos empujones volví al mismo lugar, un lugar oscuro, donde sólo podía escuchar>>. Dijo Carina. <<Estaba tan asustada que no sabía que hacer, no aguantaba más esta tortura. Solo quiero un poco de paz, nada mas>>.
—Hija, mi amor. Tenes que ser fuerte, vas a salir de esta. Yo sé que vas a salir adelante. -dijo, Liliana llorando.
—¿Mamá? -preguntó, Carina.
<<No entiendo, ¡no entiendo nada! Quiero salir, quiero ver pero no puedo. Intento, intento, e intento... pero no puedo>>.
Mientras tanto, en la casa de Sebastián...
—Sebas, nosotros tenemos una charla pendiente. -dijo, Sol.
—Sí, ya sé. Termino unas cosas y hablamos. -respondió, Sebastián.
—Yo sólo quiero preguntarte algo...
—Decime. -dijo, Sebastián.
Sol lo miró y se quedó callada.
—Deja, no es nada. -contestó, Sol.
—No, decime.
—No, no... no es importante, es una pavada. -dijo y se fue.
—Ay, Carina... ¿Dónde estás? Me preocupas... -dijo, Sebastián.
Al cabo de unos minutos, Sol volvió a la habitación de su hermano.
—Sebastián, ¿puedo preguntarte algo? -preguntó, Sol.
—Por supuesto. -contestó, Sebastián.
—Vos... ¿Vos te enamoraste de la chica fantasma? -preguntó.
Continuará...
—¿Qué? -preguntó, asombrado. ¿Cómo es posible?
—No sé. -dijo, llorando. No puedo más, Sebastian. Esto no tiene fin.
—Ey, bonita no llores. Todo va a salir bien, tenes que tener paciencia como ya te lo dije. -dijo, Sebastián.
Mientras en la casa de Alejandro...
—¡Tanto tiempo! -dijo, al teléfono.
—¿Qué queres? -preguntó, una mujer.
—Hola, yo ando muy bien ¿Vos? -preguntó, Alejandro. ¿Esa es manera de hablarle al que fue tu yerno?
—Vos nunca la amaste a mi hija. -dijo, la mujer.
—Pero, Lili ¿Cómo vas a decir una cosa así?
—Mi hija está así por tu culpa. -dijo, enojada. Vas a caer Alejandro, yo sé que vas a caer. -dijo y cortó.
Mientras en la casa de Sebastián...
—Trata de recordar a algún familiar, algo. -dijo, Sebastián. Decime algún dato que te acuerdes.
—Sé que vivía en una avenida...
—Hace un esfuerzo. -dijo, Sebastián.
Nuevamente a Carina se le fue el color y aparecieron los empujones hacia atrás.
—¡No, no otra vez! -gritó, Carina.
Dicho a eso desapareció.
<<Después de esos empujones volví al mismo lugar, un lugar oscuro, donde sólo podía escuchar>>. Dijo Carina. <<Estaba tan asustada que no sabía que hacer, no aguantaba más esta tortura. Solo quiero un poco de paz, nada mas>>.
—Hija, mi amor. Tenes que ser fuerte, vas a salir de esta. Yo sé que vas a salir adelante. -dijo, Liliana llorando.
—¿Mamá? -preguntó, Carina.
<<No entiendo, ¡no entiendo nada! Quiero salir, quiero ver pero no puedo. Intento, intento, e intento... pero no puedo>>.
Mientras tanto, en la casa de Sebastián...
—Sebas, nosotros tenemos una charla pendiente. -dijo, Sol.
—Sí, ya sé. Termino unas cosas y hablamos. -respondió, Sebastián.
—Yo sólo quiero preguntarte algo...
—Decime. -dijo, Sebastián.
Sol lo miró y se quedó callada.
—Deja, no es nada. -contestó, Sol.
—No, decime.
—No, no... no es importante, es una pavada. -dijo y se fue.
—Ay, Carina... ¿Dónde estás? Me preocupas... -dijo, Sebastián.
Al cabo de unos minutos, Sol volvió a la habitación de su hermano.
—Sebastián, ¿puedo preguntarte algo? -preguntó, Sol.
—Por supuesto. -contestó, Sebastián.
—Vos... ¿Vos te enamoraste de la chica fantasma? -preguntó.
Continuará...
viernes, 5 de septiembre de 2014
"Capítulo 7".
Amor En El Más Allá.
Alejandro tomó sus cosas y se fue de su despacho. Mientras que Sebastián estaba en su casa hablando con Carina.
—¿No recordas dónde vivís? ¿Nada? -preguntó, Sebastián.
—No, no puedo recordar. -dijo, triste. Hay tantas preguntas en mi cabeza. No entiendo porqué Alejandro me usó, ¿para qué? Por plata no va a hacer porque no vengo de una familia con dinero.
—Creeme, con el tiempo vas a ir recordando. Tenes que tener paciencia...
—¡Pero no puedo! ¡No puedo tener tanta paciencia! ¿Sabes qué se siente estar muerta? ¿Qué no recuerdes nada? ¡¿Sabes lo horrible que se siente?! -gritó.
—Daría lo que fuera por hacerte recordar... -se agarra la cabeza. Pero no puedo...
—Sebastián, ¿qué me está pasando?
Sebastián levantó la mirada y vio que Carina perdía el color.
—¿Qué me está pasando? -preguntó, nuevamente. ¡Ay!
En ese momento algo empezó a empujar a Carina hacia atrás.
—¡No! ¡Ayudame, Sebastián! -dijo y de golpe desapareció.
—¡Carina! -gritó. Carina por favor aparecé... por favor. -rogó.
Ya era lunes por la mañana y Sebastián no había visto desde aquella noche a Carina. No sabía si había cruzado, no sabía si estaba bien, no sabía nada de ella.
—Sebas... -dijo, Sol. Vos sabes que no me gusta meterme con... tus espíritus pero tenes que tranquilizarte.
—No puedo, no sé si está bien, si necesita mi ayuda. -se toca la cabeza. Creo que...
—¿Qué...?
—No nada. -dijo, nervioso.
—Estás nervioso, ¿qué te pasa?
—Nada, estoy bien. -respondió.
—¡Sebastián Estevanez decime qué te pasa! -dijo, Sol.
—¡Sebastián! -gritó, Carina.
—¡Carina! -dijo, feliz. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? -preguntó, Sebastián.
—Sí, estoy bien pero...
—Yo los dejo solos. -dijo, Sol.
—Estaba en un lugar oscuro, ¿qué significa eso? -preguntó, Carina.
—¿Un lugar oscuro? ¿Estás segura? -preguntó, Sebastián.
—Sí, era un lugar oscuro y... -dijo y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Ey, ¿qué pasa? ¿Pasó algo malo? -dijo, preocupado.
—En ese lugar oscuro yo... escuchaba la voz de mi mamá. -respondió, triste.
Continuará...
Alejandro tomó sus cosas y se fue de su despacho. Mientras que Sebastián estaba en su casa hablando con Carina.
—¿No recordas dónde vivís? ¿Nada? -preguntó, Sebastián.
—No, no puedo recordar. -dijo, triste. Hay tantas preguntas en mi cabeza. No entiendo porqué Alejandro me usó, ¿para qué? Por plata no va a hacer porque no vengo de una familia con dinero.
—Creeme, con el tiempo vas a ir recordando. Tenes que tener paciencia...
—¡Pero no puedo! ¡No puedo tener tanta paciencia! ¿Sabes qué se siente estar muerta? ¿Qué no recuerdes nada? ¡¿Sabes lo horrible que se siente?! -gritó.
—Daría lo que fuera por hacerte recordar... -se agarra la cabeza. Pero no puedo...
—Sebastián, ¿qué me está pasando?
Sebastián levantó la mirada y vio que Carina perdía el color.
—¿Qué me está pasando? -preguntó, nuevamente. ¡Ay!
En ese momento algo empezó a empujar a Carina hacia atrás.
—¡No! ¡Ayudame, Sebastián! -dijo y de golpe desapareció.
—¡Carina! -gritó. Carina por favor aparecé... por favor. -rogó.
Ya era lunes por la mañana y Sebastián no había visto desde aquella noche a Carina. No sabía si había cruzado, no sabía si estaba bien, no sabía nada de ella.
—Sebas... -dijo, Sol. Vos sabes que no me gusta meterme con... tus espíritus pero tenes que tranquilizarte.
—No puedo, no sé si está bien, si necesita mi ayuda. -se toca la cabeza. Creo que...
—¿Qué...?
—No nada. -dijo, nervioso.
—Estás nervioso, ¿qué te pasa?
—Nada, estoy bien. -respondió.
—¡Sebastián Estevanez decime qué te pasa! -dijo, Sol.
—¡Sebastián! -gritó, Carina.
—¡Carina! -dijo, feliz. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? -preguntó, Sebastián.
—Sí, estoy bien pero...
—Yo los dejo solos. -dijo, Sol.
—Estaba en un lugar oscuro, ¿qué significa eso? -preguntó, Carina.
—¿Un lugar oscuro? ¿Estás segura? -preguntó, Sebastián.
—Sí, era un lugar oscuro y... -dijo y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Ey, ¿qué pasa? ¿Pasó algo malo? -dijo, preocupado.
—En ese lugar oscuro yo... escuchaba la voz de mi mamá. -respondió, triste.
Continuará...
jueves, 24 de julio de 2014
"Capítulo 6".
Amor En El Más Allá.
Alejandro rió una vez más y Carina desapareció.
Narra Sebastián...
Estaba en mi casa, sacando un par de cuentas para pagar cuando de repente siento a alguien que me tocaba el hombro. Me di vuelta y ahí estaba Carina.
Pero algo había pasado, estaba extraña.
—¿Qué pasó? -pregunté.
—Alejandro me usó. -dijo, triste. Fui una estúpida en creer en él.
—¿Cómo que te usó?
—Sí, me usó. No sé porqué, y después hablaron de una llamada. Yo escuché esa llamada, recordé algo pero no todo.
—¿Qué recordaste? -pregunté.
—Recordé la llamada, pero no decía mucho. Alejandro decía que me iba a llevar a un parque y que luego me iba a hacer algo pero ahí terminó mi recuerdo. -contestó, algo alterada.
—Espera, tranquilizate. -dije.
—Quiero recordar todo pero no puedo. -contestó, Carina. ¡¿Por qué no puedo recordar nada?!
Gritó y todas las luces se fueron.
—Ey, tranquila. -dije.
Tenía ganas de abrazarla, de contenerla, de cuidarla, tenía ganas de tenerla en mis brazos pero no podíamos. La muerte nos separaba.
—Cari, te tenes que tranquilizar. -dije. Por favor.
—Está bien... -rió. Es la primera vez que me dijiste "Cari".
—Tenes razón. -reí. Pero es más lindo llamarte así que por tu nombre, queda muy... distante.
—Escuchame, nunca me llames "Carinita", odio que me llamen así.
—Está bien, Carinita. -reí.
—No seas malo. -rió. Tonto.
—Carinita.
—¡Basta! Deja de cargarme. -dijo, riendo.
—Está bien, está bien. -contesté.
Cuenta el narrador...
Alejandro ya en su despacho, llamó a alguien y empezó a hablar de Natalia.
—Voy a hacer lo mismo que hice con Carina (...) confía en mí, yo sé lo que hago (...) ¿Dónde está el arma? (...) okey, nos vemos allá. -dijo y cortó. Ay, Natalia ay, Natalia.
Alejandro agarró fotos de su cajón y sacó un par de fotos.
—No sabes lo que te espera. -dijo, viendo fotos de Natalia. Sos una estúpida... igual que Carina.
Continuará...
Alejandro rió una vez más y Carina desapareció.
Narra Sebastián...
Estaba en mi casa, sacando un par de cuentas para pagar cuando de repente siento a alguien que me tocaba el hombro. Me di vuelta y ahí estaba Carina.
Pero algo había pasado, estaba extraña.
—¿Qué pasó? -pregunté.
—Alejandro me usó. -dijo, triste. Fui una estúpida en creer en él.
—¿Cómo que te usó?
—Sí, me usó. No sé porqué, y después hablaron de una llamada. Yo escuché esa llamada, recordé algo pero no todo.
—¿Qué recordaste? -pregunté.
—Recordé la llamada, pero no decía mucho. Alejandro decía que me iba a llevar a un parque y que luego me iba a hacer algo pero ahí terminó mi recuerdo. -contestó, algo alterada.
—Espera, tranquilizate. -dije.
—Quiero recordar todo pero no puedo. -contestó, Carina. ¡¿Por qué no puedo recordar nada?!
Gritó y todas las luces se fueron.
—Ey, tranquila. -dije.
Tenía ganas de abrazarla, de contenerla, de cuidarla, tenía ganas de tenerla en mis brazos pero no podíamos. La muerte nos separaba.
—Cari, te tenes que tranquilizar. -dije. Por favor.
—Está bien... -rió. Es la primera vez que me dijiste "Cari".
—Tenes razón. -reí. Pero es más lindo llamarte así que por tu nombre, queda muy... distante.
—Escuchame, nunca me llames "Carinita", odio que me llamen así.
—Está bien, Carinita. -reí.
—No seas malo. -rió. Tonto.
—Carinita.
—¡Basta! Deja de cargarme. -dijo, riendo.
—Está bien, está bien. -contesté.
Cuenta el narrador...
Alejandro ya en su despacho, llamó a alguien y empezó a hablar de Natalia.
—Voy a hacer lo mismo que hice con Carina (...) confía en mí, yo sé lo que hago (...) ¿Dónde está el arma? (...) okey, nos vemos allá. -dijo y cortó. Ay, Natalia ay, Natalia.
Alejandro agarró fotos de su cajón y sacó un par de fotos.
—No sabes lo que te espera. -dijo, viendo fotos de Natalia. Sos una estúpida... igual que Carina.
Continuará...
miércoles, 9 de julio de 2014
"Capítulo 5".
Amor En El Más Allá.
—No entiendo nada. -dijo, Carina.
Notaba que ella estaba mal y varias lágrimas rodaron por su rostro. No aguantaba verla mal, me acerqué a ella y hablé.
—Tranquila, con el tiempo vas a entender todo. -dije. Tenes que tener paciencia.
Ella me miró y yo a ella. Me había quedado perdido en sus ojos.
—Eh... -habló y secó sus lágrimas. Tenes razón, necesito tiempo.
—Tiempo al tiempo. -sonreí.
—Tiempo al tiempo. -repitió y sonrió.
Cuenta el narrador...
Días después, Carina estaba en el despacho de Alejandro viendo y escuchando todo lo que pasaba. No podía creer que Alejandro haya hecho eso.
—Vos sabes que Carina nunca significó nada para mi. -dijo, Alejandro.
—¡Imbécil! -gritó, Carina.
—Ahora no te tenes que equivocar de nuevo. -dijo, el hombre. Si no fuera por tu error nadie sabría que Carina está muerta.
—Yo no me equivoqué, ella fue la que escuchó la llamada. -dijo, Alejandro.
—Vos pensaste que no había nadie en la empresa pero te equivocaste. -respondió, el hombre.
—Está bien, ese error fue mío. Pero la muy estúpida volvió para buscarme y escuchó todo. -dijo, Alejandro.
Flashback.
<<Volvía para buscar a Alejandro, le tenía que decir un par de cosas. Bajé de mi auto y me dirigí a la empresa, al entrar fui a su oficina y escuché que él estaba hablando por teléfono. Mi instinto me dijo que escuche y lo hice.
—No hay nadie, solo estoy yo. (...) sí, estoy seguro (...) invitaré a Carina a un parque (...) sí, haré todo bien (...) estaré unos minutos con ella y luego ya sabes...>>.
Fin del flashback.
<<¿Por qué no podía recordar lo que dijo? Quería pero no podía.>>. Pensó Carina.
—Carina está muerta, caso cerrado. -dijo, Alejandro. Nadie va a saber lo que hice.
—¿Qué pasa si lo averiguan? .preguntó, el hombre.
—Confía en mí. Nadie lo va a saber.
Siguieron hablando un poco más y luego ese hombre se fue.
—¡No puedo creer qué yo haya confiado en vos! -gritó, Carina.
Unas hojas que estaban arriba de la mesa se movieron.
—¡¿Cómo fui tan estúpida?! ¡Me usaste, nunca signifiqué nada para vos! -gritó, nuevamente.
El vaso que estaba lleno de agua se cayó, manchando algunas hojas.
—¿Carina? ¿Sos vos? -preguntó, Alejandro.
—¡Estúpido! -gritó.
El vaso se elevó y fue directo hacia la pared, haciendo que se rompiera en mil pedazos.
—Sos una estúpida, siempre lo fuiste. -dijo, Alejandro. ¿Pensás qué yo me iba a fijar en vos? Estás equivocada, nunca estuviste a mí alcance.
—¡Callate! -gritó, Carina.
Las hojas que estaban allí se elevaron y se desparramaron.
—Mi cielo, ¿por qué sos así conmigo? -preguntó, Alejandro. ¿Qué te hice?
—¡Callate, imbécil! -gritó, Carina.
—¿Me estás hablando? No te escucho, mi cielo. -ríe. Menos mal que no te escucho ni te veo, verte y escucharte sería una pesadilla.
—¡SOS UNA MIERDA! -gritó, furiosa.
Las luces explotaron y la lámpara gigante que había en la oficina se cayó, quedando totalmente a oscuras.
—Tranquilizate. -dijo, Alejandro. Que esto recién empieza. -ríe.
Continuará...
—No entiendo nada. -dijo, Carina.
Notaba que ella estaba mal y varias lágrimas rodaron por su rostro. No aguantaba verla mal, me acerqué a ella y hablé.
—Tranquila, con el tiempo vas a entender todo. -dije. Tenes que tener paciencia.
Ella me miró y yo a ella. Me había quedado perdido en sus ojos.
—Eh... -habló y secó sus lágrimas. Tenes razón, necesito tiempo.
—Tiempo al tiempo. -sonreí.
—Tiempo al tiempo. -repitió y sonrió.
Cuenta el narrador...
Días después, Carina estaba en el despacho de Alejandro viendo y escuchando todo lo que pasaba. No podía creer que Alejandro haya hecho eso.
—Vos sabes que Carina nunca significó nada para mi. -dijo, Alejandro.
—¡Imbécil! -gritó, Carina.
—Ahora no te tenes que equivocar de nuevo. -dijo, el hombre. Si no fuera por tu error nadie sabría que Carina está muerta.
—Yo no me equivoqué, ella fue la que escuchó la llamada. -dijo, Alejandro.
—Vos pensaste que no había nadie en la empresa pero te equivocaste. -respondió, el hombre.
—Está bien, ese error fue mío. Pero la muy estúpida volvió para buscarme y escuchó todo. -dijo, Alejandro.
Flashback.
<<Volvía para buscar a Alejandro, le tenía que decir un par de cosas. Bajé de mi auto y me dirigí a la empresa, al entrar fui a su oficina y escuché que él estaba hablando por teléfono. Mi instinto me dijo que escuche y lo hice.
—No hay nadie, solo estoy yo. (...) sí, estoy seguro (...) invitaré a Carina a un parque (...) sí, haré todo bien (...) estaré unos minutos con ella y luego ya sabes...>>.
Fin del flashback.
<<¿Por qué no podía recordar lo que dijo? Quería pero no podía.>>. Pensó Carina.
—Carina está muerta, caso cerrado. -dijo, Alejandro. Nadie va a saber lo que hice.
—¿Qué pasa si lo averiguan? .preguntó, el hombre.
—Confía en mí. Nadie lo va a saber.
Siguieron hablando un poco más y luego ese hombre se fue.
—¡No puedo creer qué yo haya confiado en vos! -gritó, Carina.
Unas hojas que estaban arriba de la mesa se movieron.
—¡¿Cómo fui tan estúpida?! ¡Me usaste, nunca signifiqué nada para vos! -gritó, nuevamente.
El vaso que estaba lleno de agua se cayó, manchando algunas hojas.
—¿Carina? ¿Sos vos? -preguntó, Alejandro.
—¡Estúpido! -gritó.
El vaso se elevó y fue directo hacia la pared, haciendo que se rompiera en mil pedazos.
—Sos una estúpida, siempre lo fuiste. -dijo, Alejandro. ¿Pensás qué yo me iba a fijar en vos? Estás equivocada, nunca estuviste a mí alcance.
—¡Callate! -gritó, Carina.
Las hojas que estaban allí se elevaron y se desparramaron.
—Mi cielo, ¿por qué sos así conmigo? -preguntó, Alejandro. ¿Qué te hice?
—¡Callate, imbécil! -gritó, Carina.
—¿Me estás hablando? No te escucho, mi cielo. -ríe. Menos mal que no te escucho ni te veo, verte y escucharte sería una pesadilla.
—¡SOS UNA MIERDA! -gritó, furiosa.
Las luces explotaron y la lámpara gigante que había en la oficina se cayó, quedando totalmente a oscuras.
—Tranquilizate. -dijo, Alejandro. Que esto recién empieza. -ríe.
Continuará...
martes, 8 de julio de 2014
"Capítulo 4".
Amor En El Más Allá.
¿Mentía o decía la verdad? Miles de preguntas rondaban por mi cabeza, no paraba de pensar en Alejandro, si decía la verdad, ¿por qué mentía? Si mentía, ¿por qué?
—No entiendo. ¿Por qué Alejandro mintió? -preguntó, Carina.
—No lo sé, pero lo voy a averiguar. -contesté.
Cuenta el narrador...
—No, todo está saliendo perfecto (...) nadie está sospechando (...) nadie se va a enterar, te lo prometo (...) ¿La voy a llevar ahí? (...) espera que anoto (...) okey, chau.
Alejandro agarró su teléfono y llamó a su secretaria.
—¿Si, señor? -preguntó, la secretaria.
—Decile a Natalia que venga, por favor. -respondió.
La secretaria llamó a Natalia y la misma fue.
—¿Me llamaba, señor? -preguntó, Natalia.
—Sí. -respondió, Alejandro. Te quiero preguntar algo.
—Usted dirá... -dijo, Natalia.
—¿Te gustaría venir a cenar conmigo? En "El Celler De Can Roca", un hermoso restaurante.
—¿Con usted? -preguntó.
—Sí, conmigo. ¿Algún problema?
—No, solo que me tomó por sorpresa.
—¿Y? ¿Aceptas o no? -preguntó, Alejandro.
—Claro que acepto. -sonríe.
—Te paso a buscar a las nueve. -dijo. Ahora, te podes retirar.
Natalia se marchó y Alejandro se sentó en su asiento. Abrió un cajón y sacó un libro; lo abrió y anotó.
—Natalia Montero. -anotó y suspiró.
Guardó nuevamente el libro y cerró con llave el cajón.
—Otro caramelito para mi. -dijo.
Narra Sebastián...
Al llegar a mi casa, Carina ya no estaba conmigo. No entendí lo que me dijo pero se marchó.
Fui hacia la cocina, me hice algo para comer y me senté en el sillón.
—Alejandro. -exclamó, Carina.
—¿Qué pasó? -pregunté. ¿Recordaste algo?
—No. -respondió. Alejandro esta noche va a llevar a una chica a cenar en el mismo restaurante que me llevó a mi la primera vez, hace un año. -dijo, Carina. Hoy hace un año que Alejandro me invitó a cenar a ese restaurante.
Continuará...
¿Mentía o decía la verdad? Miles de preguntas rondaban por mi cabeza, no paraba de pensar en Alejandro, si decía la verdad, ¿por qué mentía? Si mentía, ¿por qué?
—No entiendo. ¿Por qué Alejandro mintió? -preguntó, Carina.
—No lo sé, pero lo voy a averiguar. -contesté.
Cuenta el narrador...
—No, todo está saliendo perfecto (...) nadie está sospechando (...) nadie se va a enterar, te lo prometo (...) ¿La voy a llevar ahí? (...) espera que anoto (...) okey, chau.
Alejandro agarró su teléfono y llamó a su secretaria.
—¿Si, señor? -preguntó, la secretaria.
—Decile a Natalia que venga, por favor. -respondió.
La secretaria llamó a Natalia y la misma fue.
—¿Me llamaba, señor? -preguntó, Natalia.
—Sí. -respondió, Alejandro. Te quiero preguntar algo.
—Usted dirá... -dijo, Natalia.
—¿Te gustaría venir a cenar conmigo? En "El Celler De Can Roca", un hermoso restaurante.
—¿Con usted? -preguntó.
—Sí, conmigo. ¿Algún problema?
—No, solo que me tomó por sorpresa.
—¿Y? ¿Aceptas o no? -preguntó, Alejandro.
—Claro que acepto. -sonríe.
—Te paso a buscar a las nueve. -dijo. Ahora, te podes retirar.
Natalia se marchó y Alejandro se sentó en su asiento. Abrió un cajón y sacó un libro; lo abrió y anotó.
—Natalia Montero. -anotó y suspiró.
Guardó nuevamente el libro y cerró con llave el cajón.
—Otro caramelito para mi. -dijo.
Narra Sebastián...
Al llegar a mi casa, Carina ya no estaba conmigo. No entendí lo que me dijo pero se marchó.
Fui hacia la cocina, me hice algo para comer y me senté en el sillón.
—Alejandro. -exclamó, Carina.
—¿Qué pasó? -pregunté. ¿Recordaste algo?
—No. -respondió. Alejandro esta noche va a llevar a una chica a cenar en el mismo restaurante que me llevó a mi la primera vez, hace un año. -dijo, Carina. Hoy hace un año que Alejandro me invitó a cenar a ese restaurante.
Continuará...
sábado, 19 de abril de 2014
"Capítulo 3".
Amor En El Más Allá.
Junté los vidrios con la escoba, los metí en una bolsa y llamé a alguien para que me coloque las ventanas.
Tocaron el timbre, fui a abrir y era el hombre al que había llamado.
—Bueno, dentro de dos días las ventanas están. -dijo, el hombre.
—Bueno. ¿Cuánto es? -pregunté.
—$140.
—Acá tiene. Gracias.
El hombre se fue y escuché la voz de Carina atrás mío.
—Perdón. -dijo. No quería hacer eso, no sé ni como pasó.
—Vos te alimentas de la energía de los vivos, por eso podes hacer eso. -contesté.
—De nuevo, te quiero pedir perdón.
—No hay problema, estoy acostumbrado.
Me quedé observandola por unos minutos y ella se sonrojó.
—¿Cuál es tu nombre? -preguntó.
—Sebastián, Sebastián Estevanez. -contesté.
—¿Por qué los muertos tenemos que cruzar?
—En la luz van a estar bien. Este mundo es para los vivos. -dije.
—¿Por qué no recuerdo nada? -preguntó.
—Con el tiempo vas a tener unos recuerdos cortos y poco a poco vas a ver la luz. -contesté.
—¿Por qué? ¿Qué va a pasar cuándo cruce?
—Dicen... que es un lugar muy hermoso. Vos todavía no la ves por un tema que tenes pendiende con alguien. -dije.
—No entiendo.
—¿Te arrepentis de haber hecho algo? ¿Tenes que pedir perdón? -pregunté.
—No, que yo recuerde no. -respondió.
En ese mismo momento ella cerró los ojos. Me acerqué a ella y le pregunté:
—¿Estás bien?
—Tuve un recuerdo... -dijo.
—¿Qué recordaste?
Ella tocó mi mano y vi lo que recordó.
«Un hombre al lado de ella lloraba y pedía perdón. Se levantó, la alzó y la metió dentro del auto. Mientras manejaba decía:
—Perdoname, yo no quise hacerte esto...
Estacionó en un campo oscurecido y repitió llorando "Perdoname, esto es lo mejor. Nadie lo tiene que saber".»
—¿Quién era ese hombre? -pregunté.
—Ese hombre era mi pareja... Alejandro. -respondió.
—¿Dónde vive?
—No recuerdo, sé donde trabaja. ¿Conoces la empresa fotografía Fraymar?
—Sí, ¿él trabaja ahí?
—Sí. -contestó.
Subí a mi camioneta y me dirigí hacia la empresa Fraymar. Estacioné mi camioneta y fui a recepción.
—Hola, buenas tardes. -dijo, la secretaria.
—Hola, busco a una persona. -dije yo.
—¿Nombre y apellido de la persona que busca? -pregunté.
—Alejandro Ortiz. -dijo, Carina.
—Alejandro Ortiz. -repetí.
—¿Quién lo busca? -preguntó, la secretaria.
—Un amigo de un conocido.
—¿Su nombre?
—Sebastián.
Agarró el teléfono y marcó solo dos números.
—Señor, lo busca un hombre llamado Sebastián. (...) ya le digo. -tapa con una mano el teléfono. Dice que no lo conoce.
—Eh... decile que era amigo de su novia, Carina.
—Señor, me informa que era amigo de su novia, Ca...
No terminó de decir el nombre y la secretaria me dijo "pase".
—Vaya al ascensor, piso ocho, puerta 32. -dijo, la secretaria.
—Gracias. -contesté.
Fui hacia el ascensor y apreté el botón ocho. Esperé unos segundos, las puertas se abrieron y me dirigí hacia la puerta 32.
Golpee la puerta y escuché un "adelante". Al entrar había cuatro cuadros con partes de una persona, una mano, un pie, parte de cabello rubio y una parte de la cara.
—Hola. -dijo, Alejandro.
—Hola. -contesté.
—Sebastián, ¿no?
—Sí. -contesté, seco.
¿Por qué le hablaba seco? ¿Estaba celoso?
—Vos dirás. -dijo. ¿Qué te trae por acá?
—¿Cómo falleció Carina? -pregunté, serio.
Su cara se puso pálida, agarró un vaso lleno de agua y tomó un sorbo.
—Carina... falleció en un choque... yo iba con ella, Carina manejaba y en un momento no sé que le pasó y chocó. -dijo.
—Está mintiendo, lo conozco. Está mintiendo. -dijo, Carina.
Tocaron la puerta.
—Adelante. -dijo, Alejandro.
—Señor... -dijo, una chica con ropa totalmente apretada.
—¿Si? -preguntó.
—¿Dónde lo espero?
—Anda al salón fotográfico.
—Okey. -dijo y cerró la puerta.
—Esa ropa la conozco... -dijo Carina pensando. Yo vi esa ropa antes.
—Bueno, yo me voy. Gracias por tu tiempo. -dije.
—Chau. -respondió.
Me levanté del asiento y fui hacia la puerta. Al salir de la empresa fui a mi camioneta, me subí y arranqué.
—¿Por qué decís que la ropa que tenía esa chica la conocías? -pregunté.
—Es que esa ropa la vi antes, no sé en donde pero la vi en otro lugar. -respondió.
—¿Vos pensás que Alejandro me mintió?
—Sí, yo estuve tres años con él y conozco cuando miente, lo que no se me ocurre es... ¿Por qué te mintió?
Continuará...
Junté los vidrios con la escoba, los metí en una bolsa y llamé a alguien para que me coloque las ventanas.
Tocaron el timbre, fui a abrir y era el hombre al que había llamado.
—Bueno, dentro de dos días las ventanas están. -dijo, el hombre.
—Bueno. ¿Cuánto es? -pregunté.
—$140.
—Acá tiene. Gracias.
El hombre se fue y escuché la voz de Carina atrás mío.
—Perdón. -dijo. No quería hacer eso, no sé ni como pasó.
—Vos te alimentas de la energía de los vivos, por eso podes hacer eso. -contesté.
—De nuevo, te quiero pedir perdón.
—No hay problema, estoy acostumbrado.
Me quedé observandola por unos minutos y ella se sonrojó.
—¿Cuál es tu nombre? -preguntó.
—Sebastián, Sebastián Estevanez. -contesté.
—¿Por qué los muertos tenemos que cruzar?
—En la luz van a estar bien. Este mundo es para los vivos. -dije.
—¿Por qué no recuerdo nada? -preguntó.
—Con el tiempo vas a tener unos recuerdos cortos y poco a poco vas a ver la luz. -contesté.
—¿Por qué? ¿Qué va a pasar cuándo cruce?
—Dicen... que es un lugar muy hermoso. Vos todavía no la ves por un tema que tenes pendiende con alguien. -dije.
—No entiendo.
—¿Te arrepentis de haber hecho algo? ¿Tenes que pedir perdón? -pregunté.
—No, que yo recuerde no. -respondió.
En ese mismo momento ella cerró los ojos. Me acerqué a ella y le pregunté:
—¿Estás bien?
—Tuve un recuerdo... -dijo.
—¿Qué recordaste?
Ella tocó mi mano y vi lo que recordó.
«Un hombre al lado de ella lloraba y pedía perdón. Se levantó, la alzó y la metió dentro del auto. Mientras manejaba decía:
—Perdoname, yo no quise hacerte esto...
Estacionó en un campo oscurecido y repitió llorando "Perdoname, esto es lo mejor. Nadie lo tiene que saber".»
—¿Quién era ese hombre? -pregunté.
—Ese hombre era mi pareja... Alejandro. -respondió.
—¿Dónde vive?
—No recuerdo, sé donde trabaja. ¿Conoces la empresa fotografía Fraymar?
—Sí, ¿él trabaja ahí?
—Sí. -contestó.
Subí a mi camioneta y me dirigí hacia la empresa Fraymar. Estacioné mi camioneta y fui a recepción.
—Hola, buenas tardes. -dijo, la secretaria.
—Hola, busco a una persona. -dije yo.
—¿Nombre y apellido de la persona que busca? -pregunté.
—Alejandro Ortiz. -dijo, Carina.
—Alejandro Ortiz. -repetí.
—¿Quién lo busca? -preguntó, la secretaria.
—Un amigo de un conocido.
—¿Su nombre?
—Sebastián.
Agarró el teléfono y marcó solo dos números.
—Señor, lo busca un hombre llamado Sebastián. (...) ya le digo. -tapa con una mano el teléfono. Dice que no lo conoce.
—Eh... decile que era amigo de su novia, Carina.
—Señor, me informa que era amigo de su novia, Ca...
No terminó de decir el nombre y la secretaria me dijo "pase".
—Vaya al ascensor, piso ocho, puerta 32. -dijo, la secretaria.
—Gracias. -contesté.
Fui hacia el ascensor y apreté el botón ocho. Esperé unos segundos, las puertas se abrieron y me dirigí hacia la puerta 32.
Golpee la puerta y escuché un "adelante". Al entrar había cuatro cuadros con partes de una persona, una mano, un pie, parte de cabello rubio y una parte de la cara.
—Hola. -dijo, Alejandro.
—Hola. -contesté.
—Sebastián, ¿no?
—Sí. -contesté, seco.
¿Por qué le hablaba seco? ¿Estaba celoso?
—Vos dirás. -dijo. ¿Qué te trae por acá?
—¿Cómo falleció Carina? -pregunté, serio.
Su cara se puso pálida, agarró un vaso lleno de agua y tomó un sorbo.
—Carina... falleció en un choque... yo iba con ella, Carina manejaba y en un momento no sé que le pasó y chocó. -dijo.
—Está mintiendo, lo conozco. Está mintiendo. -dijo, Carina.
Tocaron la puerta.
—Adelante. -dijo, Alejandro.
—Señor... -dijo, una chica con ropa totalmente apretada.
—¿Si? -preguntó.
—¿Dónde lo espero?
—Anda al salón fotográfico.
—Okey. -dijo y cerró la puerta.
—Esa ropa la conozco... -dijo Carina pensando. Yo vi esa ropa antes.
—Bueno, yo me voy. Gracias por tu tiempo. -dije.
—Chau. -respondió.
Me levanté del asiento y fui hacia la puerta. Al salir de la empresa fui a mi camioneta, me subí y arranqué.
—¿Por qué decís que la ropa que tenía esa chica la conocías? -pregunté.
—Es que esa ropa la vi antes, no sé en donde pero la vi en otro lugar. -respondió.
—¿Vos pensás que Alejandro me mintió?
—Sí, yo estuve tres años con él y conozco cuando miente, lo que no se me ocurre es... ¿Por qué te mintió?
Continuará...
sábado, 22 de marzo de 2014
"Capítulo 2".
Amor En El Más Allá.
—¿Qué está pasando? -preguntó Sol, asustada.
—Anda a mi habitación. -dije.
—¿Qué?
—Haceme caso, anda a mi habitación. -repetí.
Sol me hizo caso y se fue.
—¿Quién sos? -pregunté.
Las luces, el celular y los parlantes se apagaron de golpe. Ese espíritu se había ido, volví a mi habitación y vi a mi hermana caminando de un lado a otro.
—¿Y? ¿Qué pasó? -preguntó. ¿Se fue?
—Tranquila, ésta noche si querés dormis conmigo.
—Es obvio que voy a dormir con vos, no voy a dormir con un fantasma en mi habitación.
—Mañana hablamos de lo que acabó de pasar. -dije.
Sol se acostó, yo me acosté a su lado y nos dormimos. Eran las cuatro de la madrugada y algo me despertó de golpe. Abrí mis ojos y en la punta de la cama vi a una mujer parada.
—¿Quién sos? -pregunté.
—Necesito ayuda. -dijo, ella.
Era la misma mujer que pedía ayuda a través de la radio y los parlantes.
—Solo vos podes verme. Ayudame, necesito saber que está pasando. -dijo y desapareció.
Al desaparecer un viento se introdujo en mi habitación. Al día siguiente me desperté y fui a la habitación de mi hermana para saber si ese fantasma aún seguía allí pero no había señal de ella.
Subí a mi camioneta y fui a una quinta que tenía en el campo. Llegué, hice algo de comer y escuché un ruido que provenía de las habitaciones de arriba.
La televisión se prendió y volví a escuchar esa voz pidiendo ayuda.
—Necesito saber quién sos para ayudarte, por favor mostrate. -dije.
Escuché una voz atrás mío, me di vuelta y ahí la vi. Parecía un ángel caído del cielo, rubia, de piel blanca, ojos color café. Era hermosa.
—Necesito que me ayudes. -dijo, triste.
—Primero necesito saber tu nombre.
—Me llamo Carina, Carina Zampini. -contestó.
—Carina, bien. -dije.
—¿Por qué nadie me puede ver ni escuchar? -preguntó.
—¿No sabés lo qué te pasó?
—No, no entiendo nada. Por favor necesito saber que me está pasando.
—Mira, Carina... a vos no te puede ver ni escuchar nadie porque vos estás...
Me miró con ojos tristes, ya entendiendo todo.
—No. -dijo, con los ojos llorosos. Yo no puedo estar muerta. Esto tiene que ser un sueño. Eso es mentira.
—No, no lo es. -dije.
—No... yo no estoy muerta. -contestó.
—Perdón pero... es así, por alguna causa falleciste y ahora tu espíritu tiene... -me interrumpió con un grito.
—¡NO ESTOY MUERTA!
Al gritar eso, las ventanas se rompieron y ella desapareció.
Continuará...
—¿Qué está pasando? -preguntó Sol, asustada.
—Anda a mi habitación. -dije.
—¿Qué?
—Haceme caso, anda a mi habitación. -repetí.
Sol me hizo caso y se fue.
—¿Quién sos? -pregunté.
Las luces, el celular y los parlantes se apagaron de golpe. Ese espíritu se había ido, volví a mi habitación y vi a mi hermana caminando de un lado a otro.
—¿Y? ¿Qué pasó? -preguntó. ¿Se fue?
—Tranquila, ésta noche si querés dormis conmigo.
—Es obvio que voy a dormir con vos, no voy a dormir con un fantasma en mi habitación.
—Mañana hablamos de lo que acabó de pasar. -dije.
Sol se acostó, yo me acosté a su lado y nos dormimos. Eran las cuatro de la madrugada y algo me despertó de golpe. Abrí mis ojos y en la punta de la cama vi a una mujer parada.
—¿Quién sos? -pregunté.
—Necesito ayuda. -dijo, ella.
Era la misma mujer que pedía ayuda a través de la radio y los parlantes.
—Solo vos podes verme. Ayudame, necesito saber que está pasando. -dijo y desapareció.
Al desaparecer un viento se introdujo en mi habitación. Al día siguiente me desperté y fui a la habitación de mi hermana para saber si ese fantasma aún seguía allí pero no había señal de ella.
Subí a mi camioneta y fui a una quinta que tenía en el campo. Llegué, hice algo de comer y escuché un ruido que provenía de las habitaciones de arriba.
La televisión se prendió y volví a escuchar esa voz pidiendo ayuda.
—Necesito saber quién sos para ayudarte, por favor mostrate. -dije.
Escuché una voz atrás mío, me di vuelta y ahí la vi. Parecía un ángel caído del cielo, rubia, de piel blanca, ojos color café. Era hermosa.
—Necesito que me ayudes. -dijo, triste.
—Primero necesito saber tu nombre.
—Me llamo Carina, Carina Zampini. -contestó.
—Carina, bien. -dije.
—¿Por qué nadie me puede ver ni escuchar? -preguntó.
—¿No sabés lo qué te pasó?
—No, no entiendo nada. Por favor necesito saber que me está pasando.
—Mira, Carina... a vos no te puede ver ni escuchar nadie porque vos estás...
Me miró con ojos tristes, ya entendiendo todo.
—No. -dijo, con los ojos llorosos. Yo no puedo estar muerta. Esto tiene que ser un sueño. Eso es mentira.
—No, no lo es. -dije.
—No... yo no estoy muerta. -contestó.
—Perdón pero... es así, por alguna causa falleciste y ahora tu espíritu tiene... -me interrumpió con un grito.
—¡NO ESTOY MUERTA!
Al gritar eso, las ventanas se rompieron y ella desapareció.
Continuará...
"Capítulo 1".
Amor En El Más Allá.
Era viernes por la mañana, me desperté, fui al baño y me di una ducha. Al salir de mi habitación me encontré con mi hermana, Sol.
—Buen día. -dijo, algo enojada.
—Buen día. ¿Estás bien? -pregunté.
—No, papá me tiene harta con su trabajo. Nunca tiene tiempo para nosotros. -contestó.
—Pero lo tenes que entender, Sol. Papá es así con su trabajo, hasta que no descubra la teoría esa de la relatividad no va a tener tiempo para nosotros. -contesté.
—Es que yo lo entiendo pero cinco minutos nada más, ¡cinco! Es lo único que pido.
—Después voy a hablar con papá, ¿si?
—Bueno. -suspira. ¿Sabes algo de mamá?
—Hace un rato me llamó, dijo que ya llegó a Grecia.
—Que bien. -dijo, de mala gana. ¿Te diste cuenta qué nosotros nos criamos solos? Papá siempre estaba en su escritorio o en un congreso. Y mamá siempre viajando de país en país.
—Tranquila, cuando mamá vuelva de Grecia, vamos a hablar con los dos.
—Gracias, al final sos el único que me entiende. -ríe.
—¿Cómo te está yendo en psicología? -pregunté.
—Bien, por suerte es el último año. ¿Y tus fantasmas?
—Por ahora no vi a ninguno. ¿Vamos a comer algo? -pregunté.
—Dale. -contestó.
Narra Carina...
¿Por qué nadie me veía? ¿Por qué nadie me escuchaba? Iba por la calle pero nadie me prestaba atención. Estaba por cruzar la calle y un auto vino hacia mí, grité pero ese auto me atravesó. ¿Cómo podría haber pasado eso?
Seguí caminando y seguí pidiendo ayuda.
—¡Ayuda! ¿Por qué no me ven? -pregunté.
Narra Sebastián...
—Pago yo y punto. -dijo, Sol.
—La próxima pago yo. -respondí. Voy al auto.
Al subir al auto la radio se prendió sola y se escuchaba una voz de una mujer pidiendo ayuda.
—¿Escuchas eso? -pregunté.
—¿Qué cosa?
—¿No escuchas la radio?
—La radio está apagada, Sebastián...
Miré la radio y era verdad, estaba apagada.
—¿Vamos? -preguntó.
—Sí. -contesté.
Al llegar, Sol se fue a la facultad y yo quedé en casa, solo. Las horas pasaron, llegó mi hermano, Diego y luego mi papá; horas después llegó Sol. Cenamos cada uno por su lado y luego nos fuimos a dormir; eran las tres y media de la madrugada y Sol entró a mi habitación.
—Sebastián... -dijo, susurrando.
—¿Qué? -pregunté, en el mismo tono.
—Tenes que escuchar esto.
Fui a la habitación de Sol y su celular estaba en corto circuito. Las luces se prendieron solas, al igual que los parlantes de la computadora.
En ese mismo momento escuché nuevamente la voz de la mujer.
—¡Ayuda, ayuda...! -escuché.
Continuará...
Era viernes por la mañana, me desperté, fui al baño y me di una ducha. Al salir de mi habitación me encontré con mi hermana, Sol.
—Buen día. -dijo, algo enojada.
—Buen día. ¿Estás bien? -pregunté.
—No, papá me tiene harta con su trabajo. Nunca tiene tiempo para nosotros. -contestó.
—Pero lo tenes que entender, Sol. Papá es así con su trabajo, hasta que no descubra la teoría esa de la relatividad no va a tener tiempo para nosotros. -contesté.
—Es que yo lo entiendo pero cinco minutos nada más, ¡cinco! Es lo único que pido.
—Después voy a hablar con papá, ¿si?
—Bueno. -suspira. ¿Sabes algo de mamá?
—Hace un rato me llamó, dijo que ya llegó a Grecia.
—Que bien. -dijo, de mala gana. ¿Te diste cuenta qué nosotros nos criamos solos? Papá siempre estaba en su escritorio o en un congreso. Y mamá siempre viajando de país en país.
—Tranquila, cuando mamá vuelva de Grecia, vamos a hablar con los dos.
—Gracias, al final sos el único que me entiende. -ríe.
—¿Cómo te está yendo en psicología? -pregunté.
—Bien, por suerte es el último año. ¿Y tus fantasmas?
—Por ahora no vi a ninguno. ¿Vamos a comer algo? -pregunté.
—Dale. -contestó.
Narra Carina...
¿Por qué nadie me veía? ¿Por qué nadie me escuchaba? Iba por la calle pero nadie me prestaba atención. Estaba por cruzar la calle y un auto vino hacia mí, grité pero ese auto me atravesó. ¿Cómo podría haber pasado eso?
Seguí caminando y seguí pidiendo ayuda.
—¡Ayuda! ¿Por qué no me ven? -pregunté.
Narra Sebastián...
—Pago yo y punto. -dijo, Sol.
—La próxima pago yo. -respondí. Voy al auto.
Al subir al auto la radio se prendió sola y se escuchaba una voz de una mujer pidiendo ayuda.
—¿Escuchas eso? -pregunté.
—¿Qué cosa?
—¿No escuchas la radio?
—La radio está apagada, Sebastián...
Miré la radio y era verdad, estaba apagada.
—¿Vamos? -preguntó.
—Sí. -contesté.
Al llegar, Sol se fue a la facultad y yo quedé en casa, solo. Las horas pasaron, llegó mi hermano, Diego y luego mi papá; horas después llegó Sol. Cenamos cada uno por su lado y luego nos fuimos a dormir; eran las tres y media de la madrugada y Sol entró a mi habitación.
—Sebastián... -dijo, susurrando.
—¿Qué? -pregunté, en el mismo tono.
—Tenes que escuchar esto.
Fui a la habitación de Sol y su celular estaba en corto circuito. Las luces se prendieron solas, al igual que los parlantes de la computadora.
En ese mismo momento escuché nuevamente la voz de la mujer.
—¡Ayuda, ayuda...! -escuché.
Continuará...
viernes, 21 de marzo de 2014
"Sinopsis".
Amor En El Más Allá.
Mi nombre es Sebastián Estevanez, vivo en Buenos Aires y tengo 26 años. Desde chico yo tengo un don, un sexto sentido; puedo ver a los espíritus, gente muerta.
¿Por qué yo? ¿Por qué ese don? No lo sé. Pero con el tiempo me di cuenta que lo necesitaba; gracias a ese don conocí a una bellísima, mujer. Carina Zampini tenía 23 años, estaba en pareja con un hombre llamado Alejandro.
Pero ella había tenido un accidente en el que había muerto, pero había un problema; no recordaba como había fallecido. Nos enamoramos perdidamente pero había algo que lo impedía, la muerte. Con el tiempo nos fuimos conociendo mejor pero yo no podía más, quería que fuera mi mujer. Así que le puse un punto final a todo. ¿Cómo? En esta historia lo verán.
Mi nombre es Sebastián Estevanez, vivo en Buenos Aires y tengo 26 años. Desde chico yo tengo un don, un sexto sentido; puedo ver a los espíritus, gente muerta.
¿Por qué yo? ¿Por qué ese don? No lo sé. Pero con el tiempo me di cuenta que lo necesitaba; gracias a ese don conocí a una bellísima, mujer. Carina Zampini tenía 23 años, estaba en pareja con un hombre llamado Alejandro.
Pero ella había tenido un accidente en el que había muerto, pero había un problema; no recordaba como había fallecido. Nos enamoramos perdidamente pero había algo que lo impedía, la muerte. Con el tiempo nos fuimos conociendo mejor pero yo no podía más, quería que fuera mi mujer. Así que le puse un punto final a todo. ¿Cómo? En esta historia lo verán.
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